Primavera, descongélame al sol.

Llegué a un punto en el que dejé de sentir totalmente. Reía por rutina y evaporaba las lágrimas con los sentimientos que ardían dentro de mi. Me volví fría a pesar de todo lo que me quemaba en el pecho y perdí una parte de mi que tiempo atrás había sentido cosas maravillosas con el simple roce de unos dedos.
Era como un autómata programado para vivir superficialmente, sin ira, sin alegría, sin dolor, sin risas, si gimoteos, sin llantos, sin sonrisa, sin placer. No me permitía sentir, controlaba mis sentimientos hasta tal punto que pensé que llegaría a volverme loca.
Calculaba cada caricia al milímetro, cada sonrisa era premeditada. Analizaba las palabras para que no calasen hondo en el corazón y rechazaba cualquier muestra de afecto por miedo a que más tarde se convirtiera en dolor.
Dejé de abrazar, de besar, de querer, incluso dejé de escribir y caí en un punto sin retorno del que creí nunca saldría.
Congelaba un poquito más mi corazón cada noche recordando todo el dolor que había sentido por sentir y poco a poco creé un muro de piedra a mi alrededor que asesinaba lenta y dolorosamente a mis sentimientos.

Justo cuando mi corazón estaba a punto de morir de hipotermia apareció una primavera con nombre y apellidos, que con sus besos, su caminar de dedos por mi cuello, sus manos junto a las mías, su cuerpo contra el mio, descongeló poquito a poco el corazón y lo llenó de vida. Me permitió volver a sentir sin miedo al dolor y a ese vacío que se queda cuando alguien que te hizo vibrar se marcha. Incluso revivió las momificadas mariposas que algún día habían revoloteado por mi barriga acompañando algún sentimiento. Con el tiempo dejé incluso que me jurara amor eterno y me atreví a susurrar algún tímido te quiero en su oído.

Cuando llegó el invierno de nuevo y la primavera se fue me odié por haber cedido ante los sentimientos, por no haber permanecido de hielo y mantuve un rencor doloroso durante muchas mas primaveras en las que permanecí con el corazón cerrado a cal y canto, hasta que un día el sol de la primavera brilló mas fuerte que nunca y una de las mariposas que se alojaban en mi tripa escapó por mi boca dejando el efecto de la primavera en mi para la eternidad..

Sé tu propio ídolo.

Un día alguien me dijo que debía ser mi propio ídolo. Gran y olvidada persona la que me dijo aquello.. Le busqué mil significados a esa frase, y tan sólo encontré unos cuantos con sentido. Nunca supe lo que él quiso decirme exactamente, me lo dijo en mitad de una de esas conversaciones sin sentido que se tienen con alguien a quien ya le has contado todas las cosas que puedes contarle pero no quieres dejar de hablar con él.
Cada noche en mi cama pensaba en qué entendía yo dentro de esa frase. Hubo ideas locas y alejadas de la realidad, pero un día sin más apareció el que me pareció el significado mas convincente. No sé si él quiso decirme eso, pero yo entendí que debía amar todo lo que hiciese en esta vida, que debía admirarme y sorprenderme a con cada cosa que hiciese por mínima que fuese y, que sobre todas las cosas debía quererme a mi misma tal y como era.
Fui a muchos sitios con es frase, y cada vez que pensaba que el mundo me iba a ganar en la batalla diaria de seguir siendo yo, la misma de siempre, recordaba esa frase y sonreía.




Cuando la inspiracion no viene, es mejor no molestarla.