Viceversa

Tengo miedo de verte 
necesidad de verte 
esperanza de verte 
desazones de verte 

tengo ganas de hallarte 
preocupación de hallarte 
certidumbre de hallarte 
pobres dudas de hallarte 

tengo urgencia de oírte 
alegría de oírte 
buena suerte de oírte 
y temores de oírte 

o sea 
resumiendo 
estoy jodido 
y radiante 
quizá más lo primero 
que lo segundo 
y también 
viceversa.

Mario Benedetti.

Tachán.

5 de Mayo. 7 de la tarde. Detrás del telón no dejo de apretar los puños, de contar hasta cinco infinitas veces mientras me digo a mi misma: tú puedes María, tú puedes. De repente las luces se apagan, la sala se queda en silencio y un foco alumbrado el telón es la señal de que la función debe comenzar. Asomo la cabeza entre la tela y ¡TACHÁN! Dejo de ser María para convertirme en el duende del teatro y, durante 20 minutos el mundo se para para mi y sólo importa lo que ocurre encima del escenario. Ese que estoy pisando por primera vez, pero que tengo seguro, no será la última. La sala vuelve a quedarse oscura. Se acaba la función y empieza mi sueño.

Relato de un amor corto y un orgasmo largo.

Se colocó frente a él, contoneándose sin apenas ritmo, provocándole. Él se abalanzó sobre su cuello, llenándolo de saliva y mordiscos mientras le apretaba los pechos y le pellizcaba los pezones. Ella se dejaba hacer. Le gustaba, le encantaba aquel hombre de patillas y tupé engominado. Ardiendo en pasión contenía la respiración, hacía chocar su húmeda vulva contra su sexo duro y tenso, ansioso de escapar de unos boxer a punto de reventar. Respiraban desacompasado, uno encima del otro, sudando, encendiéndose con las manos. La empujaba contra la cama tras cada embestida, ella contestaba con un profundo y agudo gemido, pidiéndole más, casi suplicándole que no parara, que siguiera haciéndole disfrutar como nadie antes lo había hecho. Se mordía los labios intentando ahogar sus gritos de placer, retorciéndose bajo él, sintiéndose deseada. Se agarraba a su espalda, le arañaba, le susurraba al oído toda clase de guarradas e indecentes proposiciones, tentándolo. No podía contener más los gritos cuando sentía su barba rozándole los muslos seguida de las caricias de su lengua llevándola hasta el único final feliz: un orgasmo.

LIBERACIÓN ANIMAL


Miro a mi alrededor…miles de ojos me asaltan, miles de miradas expectantes, insaciables, esperando con ansia que me eleve y comience a bailar. Ya no recuerdo el sabor de la miel fresca…el reconfortante tacto de la brizna rozando mi cuerpo al avanzar entre la espesura del bosque, he olvidado la melodía del viento la fragante brisa acariciando mi testa…
He olvidado cómo cazaba para mi y mi familia en los ríos, como hizo mi padre, y antes que éste mi abuelo. Ya desconozco la grandeza de los árboles, las diáfanas aguas…
Desconozco la palabra hogar. Mi cuerpo se ha ceñido al castigo, al cautiverio, mis músculos cuelgan en un triste recuerdo marcados por el hambre, mis días de gloria se ven bochornosamente reducidos a un pelaje opaco y desvaído…que abandona de mi cuerpo, como una planta maltratada se desprende de sus encantos florales. Mis ojos viciados por la tragedia lucen ahora congelados…son dos cuentas de cristal pulimentado, son dos cuencas llenas, empero, muertas…
Ya no recuerdo qué es dormir. Tan solo esperar anegado por las lágrimas y el frío acero de mi jaula a otro cruel amanecer de ésta pálida existencia.
No reconozco a mi familia, son tristes ánimas que vienen y van, separadas en todo momento de mi abrazo, por un candado y un perturbado verdugo, que nos brinda con tiránica saña.
De mis seres queridos sólo me queda un parco recuerdo, ya desfigurado y sus alaridos en la cruda madrugada que torturan mi existencia. Todas las noches soy presa de la impotencia, dueño en mi reino de lívida miseria.
Mis salidas son martirios, acatados por el temor, marchas descoloridas hacia el mismo espacio abandonado, cerrado a cal y canto, de aire viciado y sórdido aspecto. Un elenco de caras pintadas, purpurina y frías cadenas me rodea, la música suena mientras taladra mis oídos. Y un aguerrido humano me azota sin motivo, hasta que me levanto, hasta que funciona y bailo…realmente no importa…solo necesitan que me incorpore…que haga gracia…repiten el suplicio día tras día…dejándome decaer en un cuerpo exangüe…languideciendo en mi pútrido arresto.
...Sol, tras Luna, Semana tras Semana…Mes tras Mes, Año tras Año…
¿En qué momento dejé que nos hicieran esto? ¿Cuándo decidí que no podía correr, mientras aquel Hombre se aproximaba a mi impertérrito, inexorable, obligando a que mi padre y mi madre lucharan por mi rescata hasta caer presos tal y como hicieron conmigo, pudiendo haber huido…?
Todas aquellas miradas se impacientan, escrutan cada uno de mis movimientos, otros cachorros bípedos me observan maravillados, desde las gradas a esperas de que ocurra algo…
La música se eleva, los focos se dirigen hacia mi rudos, cegando… y mi sangre comienza a hervir en mis venas, la tensión se masca, puedo olerlo...permanezco inmutable en mi posición, mi verdugo se aproxima y esgrime su mirada de fastidio, llega hasta mi y finge acariciarme mientras presiona en las heridas aún abiertas de su última venganza…entonces gimo y la gentes intuyen el comienzo, lloro, refugiado en mi silencio de mártir…es la hora, mi número ha llegado…
“Señoras y Señores, Niños y Niñas, desde los bosques de las tierras altas llega Floro, nuestro joven Pardo más alegre y educado, y Maxi, su compañero y cuidador. Maxi crió a Floro desde que era un cachorrillo, se divierte tanto, que Floro en seguida comenzó a dar saltos, hasta el día en el que se incorporó para bailar ¿No lo creen? Pues Floro no se resiste cuando le ponen la Macarena, el cuerpo le pide bailar. Un aplauso, para Maxi y Floro”
La gente estalla en un crepitar de ovaciones de aplausos. Floro juguetea feliz con dos balones al ritmo de la dicharachera melodía. Una madre dirige la mirada hacia su hijo, este sonríe ensimismado, le ve feliz…ha merecido la pena acudir, en cuanto lleguen a casa lo comentarán a sus amigos para animarles a asistir, volverán al espectáculo sin dudarlo cuando se acerque de nuevo a la ciudad. Quedan pocas diversiones como ésta, sanas, y dignas, y estimables...


atentamente: un oso de circo
"Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido”

El club de los poetas muertos.

Verá, mi pequeña Amelie, usted no tiene los huesos de cristal, podrá soportar los golpes de la vida, si usted deja pasar esta oportunidad con el tiempo su corazón se ira haciendo seco y frágil como mi esqueleto. ¿A que espera? ande, vaya a por él.




Somos lo que somos cuando nadie nos mira.

Finales felices.

Se colocó frente a él contoneándose sin apenas ritmo, provocándole. Él se abalanzó sobre su cuello llenándolo de saliva y mordiscos mientras le apretaba los pechos y pellizcaba sus pezones. Ella se dejaba hacer. Le gustaba, le encantaba aquel hombre de patillas y tupé engominado. Contenía la respiración, hacía chocar su vulva humedecida contra su sexo duro y tenso, ansioso por escapar de unos calzonzillos a punto de reventar. Respiraban desacompasados, uno encima del otro, sudando, encendiéndose con las manos. La empujaba contra la cama con cada embestida y ella contesta con un profundo gemido, pidiéndole más, casi suplicándole que no parase. Se mordía los labios intentando ahogar los gritos de placer, retorciéndose bajo el peso de su cuerpo, sintiéndose deseada, querida. Se agarraba a su espalda, le arañaba. No podía contener más los gritos cuando sintió su barba rozándole los muslos seguida de su lengua, haciendo sonar el cascabel de su coño, llevándola al único final feliz que conocía: el orgasmo.
Algún día alguien te querrá como yo,
pero jamás nadie va a escribirte como yo lo hice.

Deber o no deber.

Debería estar hablándote y no escribiéndote/ 
debería besarte más a menudo e imaginarte menos/ 
debería un poco menos y hacer un poco más.

Poema sin título

Allá donde acaban mis manos
empieza tu pecho.
Mis suspiros peinan tu pelo,
mi boca lava tu sangre.
Con mis cabellos coso tu herida,
con palabras te hago mío
entonces cuando
entre mis manos te tengo,
cuando juegan mis dedos
en tus costillas,
cuando tus labios no tienen
otro dueño que los míos,
entonces
ya no te quiero.

Recuerdos de verano

Como buenas soñadoras, una vez mas, caímos en redes de afrodita, y volvimos a hacer de un chico, un objeto de sueños, y derroches de locura, amor, y sueños estando despiertas.
Volvimos a recordar el fuego de deseo, que quema en la piel, mientras refresca en el corazón. De nuevo, como tantas otras veces, nos atrevimos a atrevernos, a vivir, y a desenvolvernos. 
Ni si quiera sabíamos sus nombres, pero ya sonábamos con amores de verano. Con el aroma de su piel en la nuestra, y sudábamos cada vez que los veíamos a través de nuestra ventana. La misma ventana por la que dejábamos escapar suspiros al recordar sus nombres, y risas al imaginar como seria un segundo junto a ellos. 
Los días pasaban entre horas haciendo guardia en la ventana para volver a reír con su aparición, entre momento de piscina contemplando sus torsos desnudos al sol, riéndonos tontamente, intentando llamar su atención, buscando excusas para pasar unos centímetros mas cerca de ellos. 
El de blanco y el de verde; o al menos así los llamábamos nosotras. Solo sonábamos con poder borrar todas las huellas del corazón con ellos. Como si fuesen una capa de pintura que todo lo borrasen, y lo llenasen de color, ya no con su presencia, si no con su simple recuerdo.
Parecíamos unas locas bailando, escuchando canciones de rock y gritando su nombre mientras de un lado a otro nos balanceábamos, como intentando perder el control, para encontrar la calma, un rato después con ellos en nuestras cabezas.
Todo acabará del mismo modo que acaba la lluvia, que se acaba el alcohol en una fiesta, o las canciones bonitas en una noche de amor, pero siempre, siempre tendremos nuestros recuerdos, nuestras tardes en la piscina, nuestros intentos locos y perdidos de hablar con ellos, nuestros gritos locos cada vez que se atisbaban desde la ventana, y nuestras historias inventadas a su lado, pero sobre todo siempre nos quedará que todo eso lo vivimos la una junto a la otra.

Todas las horas pasan esperando ser tu vicio 

Mamá, quiero ser artista..

Ya sé que es difícil de comprender para ti que quiera dedicar el resto de mi vida a pasarla encima de un escenario, danzando de allí para acá, viviendo entre bambalinas, quizá sin garantías de ningún tipo, pero mamá, debes comprender que amo el teatro por encima de cualquier cosa, que bajo los focos me siento libre, feliz, que nada deseo más en esta vida que poder provocar las mismas emociones en el público que las que siento yo cada vez que sube el telón y comienza una función... Yo también soy consciente, al igual que tú, de que el camino que voy a elegir es un camino difícil, lleno de sacrificios, que tendré que dejarme la piel para conseguir llegar hasta la meta, pero es lo que quiero, lo que me hace feliz, lo que me llena, lo que me hace sentir viva. No quiero ser cualquier otra cosa sin primero intentar mi sueño, no quiero pasarme la vida preguntándome que habría pasado si lo hubiese intentando. Mamá, quiero ser artista.

Pájaro azul



hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?


C. Bukowski

Oh sí



hay cosas peores que
estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde


C. Bukowski

Melancolía



la historia de la melancolía
nos incluye a todos.
me retuerzo entre las sábanas sucias
mientras fijo mi mirada
en las paredes azules
y nada.
me he acostumbrado tanto a la melancolía
que
la saludo como a una vieja
amiga.
ahora tendré 15 minutos de aflicción
por la pelirroja que se fue,
se lo diré a los dioses.
me siento realmente mal
realmente triste
entonces me levanto
PURIFICADO
aunque no haya resuelto
nada
(...)
hay algo mal en mí
además de la 

melancolía 

C. Bukowski
 
Y sobre todo, inténtalo.

Estamos demasiado rotos para saber quedarnos sin tener la sensación de que nos vamos a quedar solos en cualquier momento. Ojalá nos rescaten pronto. -En un mundo de grises.

Cuando..

Como si tuviera un ajugero de bala en el alma. Así me siento cuando no estás. Cuando sólo puedo tocarte con la punta de los dedos porque ya te estás yendo. Cuando ya no hablas y sólo caminas hacía delante escapando de mi, o de lo que fuimos y ya no quieres ser. Cuando ya no quieres ni hablar de amor ni hacerlo conmigo, y ni siquiera me miras a los ojos para decir adiós. Y de repente te vas. Y ya nunca más vuelves. Y las mariposas que viven en mi tripa se convierten en gusanos de seda que tejen para cubrir los huecos que tú dejaste.

Descartes

Después de oler su perfume nunca más quise oxígeno.

No quería otra cosa que unir los lunares de su piel con saliva. Anidar entre sus costillas y escalar hasta morderle el corazón para infectarlo de mi.
La chica de las causas perdidas me llaman sin saber que yo no quería dinero ni fama, que lo que mas yo ansiaba era una lágrima de emoción sobre una de las butacas del teatro.





Lo triste es que éramos como éramos porque muchas veces no habíamos podido ser con alguien.
-"Para mí no eres todavía más que una persona semejante a cien mil personas. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. 
No soy para ti más que una persona, semejante a cien mil personas. Pero, si me conoces, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti única en el mundo. "
— El Principito - Antoine de Saint

Cartas incompletas III

Y ahora ya no puedo sacarte de mi cabeza. No puedo evitar perder horas y horas pensando en ti, escribiéndote, deseando encontrarme contigo en cualquier esquina de la ciudad y verte sonreír y creer que lo haces por verme a mi, y aspirar muy fuerte tu olor para echarte menos de menos cuando te vayas. Lo que pasa es que aunque todavía no se como ha pasado, has marcado mi piel, por dentro y por fuera.

Retales de dolor

Hace tiempo que escribo sin ganas, sin demasiados motivos, si acaso algún texto en el que abro un poquito más el corazón y que dedico a alguien que no sé si me lee, pero ojalá lo hiciese. Es cierto eso que dicen de que lo que duele inspira, que sin dolor no surgen buenas historias, y quizá por eso yo ya no puedo escribir como antes, desangrándome sobre el folio, rajándome la piel y emborronando el papel con las gotas de mi remendada alma. En mi ya no hay dolor, ni miedo, bueno, miedo si, pero eso es algo tremendamente común y apenas puede aprovecharse a la hora de escribir. Sigue habiendo cosas, sacos y sacos llenos de recuerdos, palabras, personas, momentos que jamás van a volver a repetirse en otro lugar que no sea mi cabeza, que se me clavan en la piel día tras día, pero ya no me duelen. Mi piel fue endureciéndose tras cada estocada para la que todavía no estaba preparada, tras cada llanto ahogado en la almohada de madrugada por mi miedo a gimotear delante de la gente. Mi armadura fue ensamblándose poco a poco sobre mi, casi sin darme, haciéndome una ¿niña? ¿mujer? fría como un témpano de hielo, volviéndome loca por dentro mientras sonreía por fuera. Me acostumbré al dolor de ser siempre la rara, la distinta, la que creía en cosas que resultaban ridículas para el resto, la niña de la que el resto se reía por ser "tan gorda como un luchador de sumo" y durante un tiempo esa armadura fue muy útil, me hizo sentirme segura, me protegía del mundo en el que no encontraba mi sitio y yo avanzaba erguida entre la gente que siempre pensó que no sería más que otro de esos patitos feos que se sientan en última fila y acaban muriendo de soledad, pero ahora... Nada desearía más que poder arrancarme esa armadura que se ha fundido con mi piel. Puede parecer estúpido, ilógico, querer deshacerse de algo que en tantas ocasiones me ha salvado, pero es tan difícil dejar salir un poquito de lo que se esconde tras ese pesado metal, es tan complicado mostrarle tu interior a alguien cuando mil toneladas de acero te cubren el pecho, es tan estúpido vivir pensando que algo te protege cuando en realidad sólo esta convirtiéndote en un autómata sin sentimientos, que ojalá pudiera arrancarla de mi y volver a dejar un pedazo de mi alma en un folio escrito con sangre, igual que hacía antes, cuando no había tanto dolor en mi que aun podía sentirlo.

Cartas incompletas II

Te escribo porque se me da mejor que hablar, y quiero decirte algo que seguramente sólo pueda expresar en un texto. Te quiero, eso es lo que quiero decirte, lo que necesito decirte porque lo siento, lo siento por primera vez y de verdad. En mi cabeza no para resonar  la idea de que no debo decirtelo, que es demasiado pronto, que seguramente tú no sientas lo mismo y no haga más que asustarte, que quieras salir corriendo o quizá no y te guste saberlo. Es la primera vez que siento esto, que me siento así con una persona, que tengo ganas de estar con alguien

Cartas incompletas I

Te escribo porque es la única forma en la que realmente se expresarme y tengo tantas cosas que decirte que esta es la única manera en la que puedo hacerlo. Seguramente, cuando termines de leer esto te haya dicho tantas cosas que estés un poco asustado o quizá no. Esta no es la primera vez que te escribo, pero esta vez es algo distinta la manera en la que lo hago, porque con este texto quiero decirte que no sé como ha pasado pero casi sin darme cuenta me he enamorado de ti. No se si tú sientes lo mismo o algo que se le acerque siquiera

Normal complicado

Momentos de soledad en los que te apetece mandar todo a la mierda. Momentos en los que te sientes sola, incomprendida, extraña.. Esos momentos en los que darías hasta el último suspiro por tener una vida normal, por interesarte por cosas normales, por ser normal. Uno se da cuenta de lo jodido que está cuando se descubre llorando sin saber por qué, sin entender por qué no encaja, no encuentra su sitio en el mundo. Es complicado tener sueños, ideas, aspiraciones que sólo tu ves normales. Es complicado no dejarse arrastrar cuando tiran de ti todo el tiempo. Resistirlo es doloroso.

AMOR Y MATRIMONIO

El matrimonio y el amor no tienen nada en común; están tan lejos entre sí como los dos polos y son, incluso, antagónicos. El matrimonio es ante todo un acuerdo económico, un seguro que solo se diferencia de los seguros de vida corrientes en que es más vinculante y más riguroso. Los beneficios que se obtienen de él son insignificantes en comparación con lo que hay que pagar por ellos. Cuando se suscribe una póliza de seguros, se paga en dinero y se tiene siempre la libertad de interrumpir los pagos. En cambio, si la prima de una mujer es un marido, tiene que pagar por él con su nombre, su vida privada, el respeto hacia sí misma y su propia vida “hasta que la muerte los separe”. Además, el seguro de matrimonio la condena a depender del marido de por vida, al parasitismo, a la completa inutilidad, tanto desde el punto de vista individual como social. También el hombre paga su tributo, pero como su esfera de vida es mucho más amplia, el matrimonio no lo limita tanto como a la mujer. Las cadenas del marido son más bien económicas. 

Emma Goldman, Anarchism and Other Essays.
Y ahora ya no puedo oír esa canción sin que me parezca estar escuchándole cantar el estribillo como si me lo estuviese dedicando.

Lady Madrid

Cuando escribo, da igual el qué, una poesía, un texto sin más o cualquier cosa la gente siempre dice que es muy bonito, que tengo talento, que cómo se me ocurren esas cosas, que les gusta mucho y cosas por el estilo. Les gusta porque está bien redactado, porque suelo escribir de temas que gustan, que incluso son típicos, los encuentran bonitos porque escribo de la misma manera en la que hablo, y es una manera cercana, fácil, les gustan porque creen que ellos no serían capaces de escribirlos. Se quedan con eso, con que les gustan y son bonitos, pero realmente solo una persona los entiende, solo ella le da mil vueltas a lo que quiero decir con ese texto, solo ella se da cuenta de que esos textos no tienen nada de bonito la mayoría de las veces. Ella ve el dolor con el que los escribo, ella entiende que ese montón de palabras no son más que un grito para liberarme. Ella, la única que realmente tiene ganas de leerme, la única que sé que guarda mis textos con amor, la única que tras leerme pregunta si estoy bien, de la única que acepto una critica sin rechistar porque sé que ella los entiende, que cuando me lee siente lo que yo siento, porque ella es ella.
Ella que recoge los textos que voy dejando por ahí estratejicamente porque me da demasiada vergüenza decirle que los lea. Los coje, los guarda, los lee y a los meses me dice que los tiene guardados y entonces me los comenta, y me dice lo que le gusta y lo que no le gusta nada. Y a veces le gustan tanto que los cuelga en el corcho de su cuarto, el que ve todas las mañanas y todas las noches. Y saber que hace eso me hace increíblemente feliz, porque sé, que cuando nadie me lea, que incluso cuando ya no escriba, ella me seguirá leyendo.

La quiero muchísimo, por muchas razones que no entenderíais, que incluso os parecería estúpidas, pero por la razón que más la quiero es por que en mi peor momento, en el momento en el que estaba tan jodida, tan asqueda, tan sola y tan congelada que ya ni quería (ni podía) escribir ella siempre seguía animándome a hacerlo, me preguntaba muy a menudo si había escrito y cuando le decía que no incluso se enfadaba conmigo, me echaba la bronca como si fuese mi madre, me decía que estaba siendo una idiota por dejar mi pasión. Y tenía razón, estaba siendo una idiota. Después de esa temporada de sequía de tinta, volví  a escribir. Lo hice en una hoja cuadriculada, en mitad de una clase de no sé que materia que no me interesaba para nada, y cuando sonó el timbre ella recogió el folio que yo había dejado "olvidado" encima de mi mesa, lo metió entre sus cosas y corrió detrás de mi por el pasillo gritando ¡HAS VUELTO A ESCRIBIR!

Y si, había vuelto a escribir, y en parte lo hice por ella.
Os hablo de ella. mi mejor amiga, mi hermana, mi Lady Madrid.
Gracias por ser así como eres, por quererme como soy y sobre todo por leerme en mis malos días.
Y aunque quizá no entiendas estas dos últimas cosas, he de decirte que siempre te escribiré y siempre reservaré mi mejor entrada de teatro para ti.
"La tardanza, la mudanza, los pasos de cebra que nadie respeta y el dolor del alma. Dime quién puede aguantar mil primaveras congelada"
Poesía

se
requiere
de mucha
desesperación
insatisfacción
y desilusión
para
escribir
unos
pocos
buenos
poemas.
no es
para
todo mundo
ya sea para
escribirlos
o siquiera para
leerlos.

C.Bukowski

Reflexiones de banco y sudadera.

Quemo mis soledades cigarro tras cigarro, abandonada en un banco que no me acompaña pero que al menos me sostiene. Unos cascos me aislan del ruido, del mundo que sigue aunque yo esté quieta, pero no consiguen acallar mi mente. No quiero pensar, no quiero saber, eso duele y no sé si voy a poder soportar una herida encima de otra. El cuento aun no está escrito y yo ya estoy viendo el final. El ciclo se cumple, se repite, y yo no aprendo. O no quiero aprender. No hay mayor ciego que quién no quiere ver, pero ¿hay algo mejor que la ilusión de unos labios nuevos que parecen quererte? Quizá si, pero yo nunca aprendo. Me gusta el eterno error, o tal vez simplemente lo prefiero a tener nada. No importa que duela, no importa que rasgue, no importa que me arranque el corazón del pecho si me da unos segundos de paz.  Al resto de mortales sí le importaría pero a mi, a mi no. Es culpa de la doble maldición, de todo eso de tener mente de artista y corazón de poeta, es culpa de eso que yo viva enganchada a historias que duelen y saben a café amargo. Es culpa de eso que yo sea como soy. De todas formas, ¿quién iba a querer a una loca que solo sabe expresarse escribiendo? Por que así soy yo. No puedo decir te quiero si no es en un texto, en un verso. Mis labios no dicen te quiero aunque mi boca se muera por gritarlo, lo dice mi boli y quizás es mejor así, quizás así duela menos y pueda seguir creyéndome que no tengo miedo, porque señores, la eterna dama de hierro, la que aguanta los golpes sin pestañear, la tía más dura de pelar, tiene miedo. Autentico miedo a que la quieran. Así es, los golpes no me duelen, pero el amor... el amor es más duro que los golpes, más difícil de borrar, más complicado que poner un poco de hielo para calmar el dolor. Es complicado dejarse querer cuando se tiene una eterna herida sangrante en mitad del pecho. Una que nadie a visto, o que han girado la cara cuando has querido mostrar. He de decirles señores, que quiero querer, que quiero que me quieran, pero no puedo. Esto también es culpa de la doble maldición, aunque quizás ustedes, tan normales y corrientes no lo comprendan. He de decirles señores que nada deseo más en este mundo que unos labios me quiten el miedo, que unas manos recorran mi cuerpo borrando las marcas que ahora tengo, que me arranquen el caparazón... He decirles señores que esto lo que más me gustaría en el mundo, pero el ron y los vibradores tampoco están tan mal. Y no duelen.
Soy seca, soy dura, soy cortante.
El amor me hará otra contigo, 
pero no podrá rehacerme del todo.
Gabriela Mistral




Quemar la cama,
que me enciendas entre tus manos,
que pulas a lametazos todos mis miedos.
María, ¿tú quieres encontrar el amor?
Yo sólo quiero encontrar alguien que llore cuando le escriba, que se muera por que le dedique un verso más, que arañe por oírme recitar..

Amélie


"Verá, mi pequeña Amélie, usted no tiene los huesos de cristal. Podrá soportar los golpes de la vida. Si usted deja pasar esta oportunidad con el tiempo su corazón se irá volviendo seco y frágil como mi esqueleto. ¿A qué espera? Ande, vaya a por él."

Cass.

Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decía que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass. A los hombres les parecía simplemente una maquina sexual y no se preocupaban de si estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía.

Sus hermanas la acusaban de desperdiciar su belleza, de no utilizar lo bastante su inteligencia, pero Cass poseía inteligencia y espíritu; pintaba, bailaba, cantaba, hacía objetos de arcilla, y cuando la gente estaba herida, en el espíritu o en la carne, a Cass le daba una pena tremenda. Su mente era distinta y nada más; sencillamente, no era práctica. Sus hermanas la envidiaban porque atraía a sus hombres, y andaban rabiosísimas porque creían que no se sacaba todo el partido posible. Tenía la costumbre de ser buena y amable con los feos; los hombres considerados guapos le repugnaban: “No tienen agallas -decía ella-. No tienen nervio. Confían siempre en sus orejitas perfectas y en sus narices torneadas… todo fachada y nada dentro…” Tenía un carácter rayando la locura; un carácter que algunos calificaban de locura.
Su padre había muerto del alcohol y su madre se había largado dejando solas a las chicas. Las chicas se fueron con una pariente que las metió en un colegio de monjas. El colegio había sido un lugar triste, más para Cass que para sus hermanas. Las chicas envidaban a Cass y Cass se peleó con casi todas. Tenía señales de cuchilladas por todo el brazo izquierdo, de defenderse en dos peleas. Tenía también una cicatriz imborrable que le cruzaba la mejilla izquierda; pero la cicatriz, en vez de disminuir su belleza, parecía por el contrarío, realzarla.
Yo la conocí en el bar West End unas noches después de que la soltaran del convento. Al ser la más joven, fue la última hermana que soltaron. Sencillamente entró y se sentó a mi lado. Yo quizá sea el hombre más feo de la ciudad, y puede que esto tuviera algo que ver con el asunto.
- ¿Tomas algo?
- Claro, ¿Por qué no?
No creo que hubiese nada especial en nuestra conversación esa noche, era sólo el sentimiento que Cass transmitía. Me había elegido y no había más. Ninguna presión. Le gustó la bebida y bebió mucho. No parecía tener edad, pero de todos modos le sirvieron. Quizás hubiese falsificado el carnet de identidad, no sé. En fin, lo cierto es que cada vez que volvía del retrete y se sentaba a mi lado yo sentía cierto orgullo. No sólo era la mujer más bella de la ciudad, sino también una de las más bellas que yo había visto en mi vida. Le eché el brazo a la cintura y la besé una vez.
- ¿Crees que soy bonita?- preguntó.
- Sí, desde luego. Pero hay algo más… algo más que tu apariencia…
- La gente anda siempre acusándome de ser bonita. ¿Crees de veras que soy bonita?
- Bonita no es la palabra, no te hace justicia.
Buscó en su bolso. Creía que buscaba el pañuelo. Sacó un alfiler de sombrero muy largo. Antes de que pudiese impedírselo, se había atravesado la nariz con él, de lado a lado, justo sobre las ventanillas. Sentía repugnancia y horror.
Ella me miró y se echó a reír.
- ¿Crees ahora que soy bonita? ¿Qué piensas ahora, eh?
Saqué el alfiler y puse mi pañuelo sobre la herida. Algunas personas, incluido el encargado, habían observado la escena. El encargado se acercó.
-Mira -dijo a Cass-, si vuelves a hacer eso te echo. Aquí no necesitamos tus exhibiciones.
- ¡Vete a la mierda, amigo! -dijo ella.
- Será mejor que la controles -me dijo el encargado.
- No te preocupes -dije yo.
- Es mi nariz -dijo Cass-, puedo hacer lo que quiera con ella
- No -dije-, a mí me duele.
- ¿Quieres decir que te duele a ti cuando me clavo un alfiler en la nariz?
- Sí, me duele, de veras.
- De acuerdo, no lo volveré a hacer. Ánimo.
Me besó, pero como riéndose un poco en medio del beso y sin soltar el pañuelo de la nariz. Cuando cerraron nos fuimos a donde yo vivía. Tenía un poco de cerveza y nos sentamos a charlar. Fue entonces cuando pude apreciar que era una persona que rebosaba bondad y cariño. Se entregaba sin saberlo. Al mismo tiempo, retrocedía a zonas de descontrol e incoherencia. Esquizoide. Una esquizo hermosa y espiritual. Quizás algún hombre, algo acabase destruyéndola para siempre. Esperaba no ser yo.
Nos fuimos a la cama y cuando apagué las luces me preguntó:
- ¿Cuándo quieres hacerlo, ahora o por la mañana?
- Por la mañana -dije, y me di la vuelta.
Por la mañana me levanté, hice un par de cafés y le llevé uno a la cama.
Se echó a reír.
- Eres el primer hombre que conozco que no ha querido hacerlo por la noche.
- No hay problema -dije-. En realidad no tenemos por que hacerlo.
- No, espera, ahora quiero yo. Déjame que me refresque un poco.
Se fue al baño. Salió enseguida, realmente maravillosa, largo pelo negro resplandeciente, ojos y labios resplandecientes, toda resplandor… Se desperezó sosegadamente, buena cosa. Se metió en la cama.
- Ven, amor.
Fui.
Besaba con abandono, pero sin prisa. Dejé que mis manos recorriesen su cuerpo. Acariciasen su pelo. La monté. Su carne era cálida y prieta. Empecé a moverme despacio y queriendo que durara. Ella me miraba a los ojos.
- ¿Cómo te llamas? -pregunté.
- ¿Qué diablos importa? -preguntó ella.
Solté una carcajada y seguí. Después se vistió y la llevé en coche al bar, pero era difícil olvidarla. Yo no trabajaba y dormí hasta las dos y luego me levanté y leí el periódico. Cuando estaba en la bañera, entro ella con una hoja: una oreja de elefante.
- Sabía que estabas en la bañera -dijo-, así que te traje algo para tapar esa cosa, hijo de la naturaleza.
Y me echó encima, en la bañera, la hoja de elefante.
- ¿Cómo sabías que estaba en la bañera?
- Lo sabía.
Cass llegaba casi todos los días cuando yo estaba en la bañera. No era siempre la misma hora, pero raras veces fallaba, y traía la hoja de elefante. Y luego hacíamos el amor.
Telefoneó una o dos noches y tuve que sacarla de la cárcel por borrachera y pelea pagando la fianza.
- Esos hijos de puta – decía-, sólo porque te pagan unas copas creen que pueden echarte mano a las bragas.
- La culpa la tienes tú por aceptar la copa
- Yo creía que se interesaba por mí, no sólo por mi cuerpo.
- A mí me interesas tú y tu cuerpo. Pero dudo que la mayoría de los hombres puedan ver más allá de tu cuerpo.
Dejé la ciudad y estuve fuera seis meses, anduve vagabundeando; volví. No había olvidado a Cass ni un momento, pero habíamos tenido algún tipo de discusión y además yo tenía ganas de ponerme en marcha, y cuando volví pensé que se habría ido; pero no llevaba sentado treinta minutos en el West End cuando ella llegó y se sentó a mi lado.
- Vaya, cabrón, has vuelto.
Pedí un trago para ella. Luego la miré. Llevaba un vestido de cuello alto. Nuca la había visto así. Y debajo de cada ojo, clavado, llevaba un alfiler de cabeza de cristal. Sólo se podían ver las cabezas de los alfileres, pero los alfileres estaban clavados.
- Maldita sea, aún sigues intentando destruir tu belleza….
- No, no seas tonto, es la moda.
- Estas chiflada.
- Te he echado de menos -dijo
- ¿Hay otro?
- No, no hay ninguno. Solo tú. Pero ahora hago la vida. Cobro diez billetes. Pero para ti es gratis.
- Sácate esos alfileres.
- No, es la moda.
- Me hace muy desgraciado.
- ¿Estás seguro?
- Sí, mierda, estoy seguro.
Se sacó lentamente los alfileres y los guardo en el bolso.
- Porque la gente cree que es todo lo que tengo. La belleza no es nada. La belleza no permanece. No sabes la suerte que tienes siendo feo, porque si le agradas a alguien sabes que es por otra cosa.
- Vale -dije-, tengo mucha suerte.
- No quiero decir que seas feo. Sólo que la gente cree que lo eres. Tienes una cara fascinante.
- Gracias.
Tomamos otra copa.
- ¿Qué andas haciendo? -preguntó.
- Nada. No soy capaz de apegarme a nada. Nada me interesa.
- A mí tampoco. Si fueses mujer podrías ser puta.
- No creo que quisiera establecer un contacto tan íntimo con tantos extraños. Debe ser un fastidio.
- Tienes razón, es fastidioso, todo es fastidioso
Salimos juntos, por la calle, la gente aún miraba a Cass. Aún era una mujer hermosa, quizá más que nunca.
Fuimos a casa y abrí una botella de vino y hablamos. A Cass y a mí, siempre nos era fácil hablar. Ella hablaba un rato yo escuchaba y luego hablaba yo. Nuestra conversación fluía fácil sin tensión. Era como si descubriésemos secretos juntos. Cuando descubríamos uno bueno, Cass se reía con aquella risa…, de aquella manera que sólo ella podía reírse. Era como el gozo del fuego. Y durante la charla nos besábamos y nos arrimábamos. Nos pusimos muy calientes y decidimos irnos a la cama. Fue entonces cuando Cass se quito aquel vestido del cuello alto y lo vi… Vi la mellada y horrible cicatriz que le cruzaba el cuello. Era grande y ancha.
- Maldita sea, condenada, ¿Qué has hecho? -dije desde la cama
- Lo intenté con una botella rota una noche. ¿Ya no te gusto? ¿Soy bonita aún?
La arrastré a la cama y la besé. Me empujo y se echo a reír:
- Algunos me pagan los diez y luego, cuando me desvisto no quieren hacerlo. Yo me quedo los diez. Es muy divertido.
- Sí -dije-, no puedo parar de reír… Cass, zorra, te amo… deja de destruirte; eres la mujer con más vida que conozco.
Volvimos a besarnos. Cass lloraba en silencio. Sentí las lágrimas. Sentí aquel pelo largo y negro tendido bajo mí como una bandera de muerte. Disfrutamos e hicimos un amor lento y sombrío y maravilloso.
Por la mañana, Cass estaba levantada haciendo el desayuno. Parecía muy tranquila y feliz. Cantaba. Yo me quedé en la cama gozando su felicidad. Por fin, vino y me zarandeó.
- ¡Arriba, cabrón! ¡Chapúzate con agua fría la cara y la polla y ven a disfrutar del banquete!
Ese día la llevé en coche a la playa. No era un día de fiesta y aún no era verano, todo estaba espléndidamente desierto. Vagabundos playeros en andrajos dormían en la arena. Había otros sentados en bancos de piedra compartiendo una botella solitaria. Las gaviotas revoloteaban, estúpidas pero distraídas. Ancianas de setenta y ochenta, sentadas en los bancos, discutiendo ventas de fincas dejadas por maridos asesinados mucho tiempo atrás por la angustia y la estupidez de la supervivencia. Había paz en el aire y paseamos y estuvimos tumbados por allí y no hablamos muchos. Era agradable simplemente estar juntos. Compré bocadillos, patatas fritas y bebidas y nos sentamos a beber en la arena. Luego abracé a Cass y dormimos así abrazados un rato. Era mejor que hacer el amor. Era como fluir juntos sin tensión. Luego volvimos a casa en mi coche y preparé la cena. Después de cenar, sugerí a Cass que viviésemos juntos. Se quedó mucho rato mirándome y luego dijo lentamente “NO”. La llevé de nuevo al bar, le pagué una copa y me fui.
Al día siguiente, encontré un trabajo como empaquetador en una fabrica y trabajé todo lo que quedaba de semana. Estaba demasiado cansado para andar mucho por ahí, pero el viernes por la noche me acerqué al West End. Me senté y esperé a Cass. Pasaron horas. Cuando estaba ya bastante borracho, me vio el encargado.
- Siento lo de tu amiga.
- ¿El qué? -pregunté.
- Lo siento. ¿No lo sabías?
- No
- Suicidio, la enterraron ayer.
- ¿Enterrada? -pregunté. Parecía como si fuese a aparecer en la puerta de un momento a otro. ¿Cómo podía haber muerto?
- La enterraron las hermanas
- ¿Un suicidio? ¿Cómo fue?
- Se cortó el cuello.
- Ya. Dame otro trago.
Estuve bebiendo allí hasta que cerraron. Cass, la más bella de las cinco hermanas, la chica más guapa de la ciudad. Conseguí conducir hasta casa sin poder dejar de pensar que debería haber insistido en que se quedara conmigo en vez de aceptar aquel “NO”. Todo en ella había indicado que le pasaba algo. Yo sencillamente había sido demasiado insensible, demasiado despreocupado. Me merecía mi muerte y la de ella. Era un perro. No, ¿por qué acusar a los perros? Me levanté, busqué una botella de vino, bebí lúgubremente. Cass, la chica más guapa de la ciudad muerta a los veinte años.
Fuera, alguien tocaba la bocina de un coche. Unos bocinazos escandalosos, persistentes. Dejé la botella y aullé “¡MALDITO SEAS, CONDENADO HIJO DE PUTA, CALLATE YA!”.

Y seguía avanzando la noche y yo nada podía hacer.


Charles Bukowski.
-“Tenía la ternura torpe de quien nunca ha sido amado y debe improvisar.”
— La casa de los espíritus, Isabel Allende.
Si un día aparezco frente a ti y te digo: Te he escrito. Por favor, bésame, porque eso para mi, es el amor.
Dejé que me interrogara. Con cada pregunta que hacía me acercaba más a mi misma.

Examen de sintaxis

Para mi no es mas que un folio en blanco, una cárcel. Para otros, para la mayoría, es el billete hacia su futuro, un futuro que todavía no existe y ellos creen que ya pueden tocarlo.
Quizá yo no soy como ellos, o ellos no son como yo.
Mientras llenan folios y folios con información que ayer tarde memorizaron, que ahora escupen sobre el folio y que mas tarde olvidarán, yo, escribo estas lineas intentando rescatarme a mi misma. Escribo sentada en una mesa en la que no quiero estar, en la que quizá nunca quise estar y otros me convencieron de que si.
Escribo rodeada de gente, pero sola, perdida en mi cabeza, que solo lucha por escapar de este aula sin salir por la puerta. Mi cabeza, tan distinta a las suyas aunque parezcan iguales.
Todavía quedan 20 minutos o mas de esta condena. Lo llamo condena, por que para mi lo es. La más grande y absoluta de las condenas que podían imponerme. Una condena, que para otros es la mayor de las glorias. No puede ser mi gloria, puesto que con el paso de los días, este aula se ha convertido para mi en el mayor de los infiernos. Condena a estudiar cosas que no me interesan, condenada a dejarme modelar, condenada a tirar mis sueños a la basura. Condenada a una rutina de lágrimas y suspiros de la que no sé cómo voy a escapar. Estoy siguiendo este camino lleno de piedras que me rasgan la piel de las plantas hasta hacerme sangrar, y que tan siquiera se aproxima a mis metas. Un camino que no me lleva a ninguna parte y además parece nunca acabar. ¿Cómo voy a escapar si estoy atada de con cadenas? ¿Cómo voy a gritar si nadie escucha?
Vivir en su cielo es el mayor de mis infiernos.

.

Si con palabras pudiese explicar todo lo que tengo dentro, acabaría desangrándome.

La locura de los que conocen la realidad

El dolor aprieta y no hay quien pare esta condena. Los que parecían salvados, hoy son condenados a la cruda realidad. Mostrados como payasos, fustigados como criminales. ¿Cúanto de criminal tiene el que solo lucha por la libertad? La sociedad nos ahorca, nos vende la soga, y después nos llama locos.
Loco, ¿quién es más loco? ¿El que lucha para realizar la utopía o el que grita para decir que no es posible? Quizá si estemos locos. Nos han enloquecido ellos con si sucia palabrería usada como metralla, con su desprecio hacia lo natural, lo humano, cambiándolo siempre por un fajo de billetes y unas cuantas monedas.
Dime tú como puedo no estar loca si estoy viviendo.



Sal del molde

Mi salvación, a veces también mi condena.
¿Cúal es el precio que hay que pagar por no ser una más? En mis carnes lo pago día a día y aun no sé cúal es.
Atrapada en una sociedad dónde me repugnan la mayoría de las cosas. Una sociedad podrida, de plástico. Una sociedad enferma, que me pone mala.
Rodeada de cabezas huecas que parlotean sin sentido alguno, que llenan los huecos con bolsas del Corte Inglés, tan repletas y vacías a la vez. Cabezas que nunca serán como la mía, que nunca podré comprender. Ni ellas a mi.
¿Dónde se coloca la pieza del puzzle que no encaja?
Lloré mientras los veía intentando recortar la pieza, cambiarla de forma para hacerla encajar, mientras ella gritaba e intentaba volverse de acero.
Me dio asco, y también pena que no quisieran empezar un nuevo puzzle, que hicieran y deshicieran siempre el mismo.

Por si acaso quieres pensar que lo escribí pensando en ti.

Recuerdo aquella tarde. Calurosa, demasiado calurosa para ser octubre. Aquél tipo llegó tranquilo, como si hubiese hecho eso mil veces antes. Quizá yo sólo fui la mil una. Su tranquilidad contrastaba con el extraño cosquilleo que recorría todo mi cuerpo -todo- y con aquella timidez que ocultaba tras unas gafas de sol.
Se acercó a mi, andando como andan los tipos de las películas cuando estas a punto de hacer algo que marcará el desarrollo de toda la trama. Hola y dos besos, estas dos cosas muy de la vida real.
Caminamos hasta un bosque mientras nos pasábamos un litro de cerveza, fumábamos compulsivamente e intentábamos buscar temas de conversación que no fuesen demasiado estúpidos. Llegamos a una mesa en mitad de un bosque -si hubiese sido una película de miedo ese hubiese sido el lugar donde hubiesen matado a la chica guapa, pero esto era la vida real- y ahí fue donde comenzamos a besarnos. Un poco después caminamos buscando un lugar apartado y el resto es cuestión de echarle imaginación.
Nos volvimos a ver muchas veces. En el bosque, en su cama, en la mía, en su sofá..
Pronto me di cuenta de que no iba a ser una historia de amor, sino una película porno.
Durante nuestros encuentros hablábamos de esto y lo otro, en definitiva nunca hablamos de nada. Nos comunicábamos a través del sexo, con el roce de nuestros cuerpos, el calor de nuestras manos buscando el sexo del otro..
Había sexo, también atracción física, pero en eso se quedó. Según transcurrían nuestros encuentros, me dí cuenta de que no llegaríamos a nada más que unos cuantos orgasmos y con suerte algún recuerdo del que echar mano cuando el porno no estuviese disponible.
Poco después, también descubrí que el chico que había aparecido por casualidad en mi vida poco tenía que ver con lo que yo había imaginado que era, pero continué perdiéndome entre sus embestidas y mis jadeos.
El sexo se volvió poco interesante, monótono, aunque más placentero que al principio si cabía.
Mis orgasmos nunca llegaron y jamás volví a verlo.

Teatro




                         
                             No hay mayor comedia, que la vida misma.


15-4-2013

¿Cuántos sueños aun te quedan?
¿Cuántas cosas ya no dices?
¿Cuántas cosas querrías hacer?
¿Cuántas vallas querrías romper?

Cúmplelos.
Escúpelas en un folio y dilas.
Hazlas, invéntalas si no existen.
Sáltalas, quémalas.

15-4-2013

Despierta,
alza la voz,
ponte las medias de rejilla princesa,
sal a la calle sin sostén,
resiste hasta un nuevo amanecer.

Sé dura como el acero,
libérate de la rabia,
quema estereotipos.

Haz el amor y no la guerra
pero alimenta tu espíritu de guerrera.
Rásgate las vestiduras,
grita en nombre de la libertad.



                                            No todo es lo que parece.

Nota de suicidio.

Por favor, no te limites a existir..

Sin título.

Estar congelada no es más que un estado.
Las tijeras que cortarán los hilos que me cosen la boca ya casi rozan mis labios.
La frustración se diluye con el estribillo de alguna canción a la que me he vuelto adicta.
Y eso de colgar los tacones, los sostenes provocativos y las barras de labios que no dejan huella, es algo a olvidar.
Vuelvo a todos "los lugares en los que..." y busco allí mi inspiración, aunque siempre parece haber pasado algún ladrón por allí antes que yo.
Las preguntas que a mi edad debería comenzar a hacerme, fueron respondidas hace más lágrimas de las necesarias.
Lo de medir las palabras y no cometer demasiado desvaríos se quedó en tachón en la lista de propuestas de año nuevo.
Todo lo que se me olvidó sentir, vuelve poco a poco y rasga la escarcha del corazón.

Las manos.


Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.

La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.

Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.

Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.

Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.

Estas sonoras manos oscuras y lucientes
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.

Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.

Feroces y reunidas en un bando sangriento
avanzan al hundirse los cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido y avariento,
paisaje de asesinos.

No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.

Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
que a nadie corresponden sino a quien los labora,
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
caudales de la aurora.

Orgullo de puñales, arma de bombardeos
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los negros deseos
que la avaricia empuña.

¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
y en el amor se apagan.

Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas

   



Miguel Hernández