Lady Madrid

Cuando escribo, da igual el qué, una poesía, un texto sin más o cualquier cosa la gente siempre dice que es muy bonito, que tengo talento, que cómo se me ocurren esas cosas, que les gusta mucho y cosas por el estilo. Les gusta porque está bien redactado, porque suelo escribir de temas que gustan, que incluso son típicos, los encuentran bonitos porque escribo de la misma manera en la que hablo, y es una manera cercana, fácil, les gustan porque creen que ellos no serían capaces de escribirlos. Se quedan con eso, con que les gustan y son bonitos, pero realmente solo una persona los entiende, solo ella le da mil vueltas a lo que quiero decir con ese texto, solo ella se da cuenta de que esos textos no tienen nada de bonito la mayoría de las veces. Ella ve el dolor con el que los escribo, ella entiende que ese montón de palabras no son más que un grito para liberarme. Ella, la única que realmente tiene ganas de leerme, la única que sé que guarda mis textos con amor, la única que tras leerme pregunta si estoy bien, de la única que acepto una critica sin rechistar porque sé que ella los entiende, que cuando me lee siente lo que yo siento, porque ella es ella.
Ella que recoge los textos que voy dejando por ahí estratejicamente porque me da demasiada vergüenza decirle que los lea. Los coje, los guarda, los lee y a los meses me dice que los tiene guardados y entonces me los comenta, y me dice lo que le gusta y lo que no le gusta nada. Y a veces le gustan tanto que los cuelga en el corcho de su cuarto, el que ve todas las mañanas y todas las noches. Y saber que hace eso me hace increíblemente feliz, porque sé, que cuando nadie me lea, que incluso cuando ya no escriba, ella me seguirá leyendo.

La quiero muchísimo, por muchas razones que no entenderíais, que incluso os parecería estúpidas, pero por la razón que más la quiero es por que en mi peor momento, en el momento en el que estaba tan jodida, tan asqueda, tan sola y tan congelada que ya ni quería (ni podía) escribir ella siempre seguía animándome a hacerlo, me preguntaba muy a menudo si había escrito y cuando le decía que no incluso se enfadaba conmigo, me echaba la bronca como si fuese mi madre, me decía que estaba siendo una idiota por dejar mi pasión. Y tenía razón, estaba siendo una idiota. Después de esa temporada de sequía de tinta, volví  a escribir. Lo hice en una hoja cuadriculada, en mitad de una clase de no sé que materia que no me interesaba para nada, y cuando sonó el timbre ella recogió el folio que yo había dejado "olvidado" encima de mi mesa, lo metió entre sus cosas y corrió detrás de mi por el pasillo gritando ¡HAS VUELTO A ESCRIBIR!

Y si, había vuelto a escribir, y en parte lo hice por ella.
Os hablo de ella. mi mejor amiga, mi hermana, mi Lady Madrid.
Gracias por ser así como eres, por quererme como soy y sobre todo por leerme en mis malos días.
Y aunque quizá no entiendas estas dos últimas cosas, he de decirte que siempre te escribiré y siempre reservaré mi mejor entrada de teatro para ti.
"La tardanza, la mudanza, los pasos de cebra que nadie respeta y el dolor del alma. Dime quién puede aguantar mil primaveras congelada"
Poesía

se
requiere
de mucha
desesperación
insatisfacción
y desilusión
para
escribir
unos
pocos
buenos
poemas.
no es
para
todo mundo
ya sea para
escribirlos
o siquiera para
leerlos.

C.Bukowski

Reflexiones de banco y sudadera.

Quemo mis soledades cigarro tras cigarro, abandonada en un banco que no me acompaña pero que al menos me sostiene. Unos cascos me aislan del ruido, del mundo que sigue aunque yo esté quieta, pero no consiguen acallar mi mente. No quiero pensar, no quiero saber, eso duele y no sé si voy a poder soportar una herida encima de otra. El cuento aun no está escrito y yo ya estoy viendo el final. El ciclo se cumple, se repite, y yo no aprendo. O no quiero aprender. No hay mayor ciego que quién no quiere ver, pero ¿hay algo mejor que la ilusión de unos labios nuevos que parecen quererte? Quizá si, pero yo nunca aprendo. Me gusta el eterno error, o tal vez simplemente lo prefiero a tener nada. No importa que duela, no importa que rasgue, no importa que me arranque el corazón del pecho si me da unos segundos de paz.  Al resto de mortales sí le importaría pero a mi, a mi no. Es culpa de la doble maldición, de todo eso de tener mente de artista y corazón de poeta, es culpa de eso que yo viva enganchada a historias que duelen y saben a café amargo. Es culpa de eso que yo sea como soy. De todas formas, ¿quién iba a querer a una loca que solo sabe expresarse escribiendo? Por que así soy yo. No puedo decir te quiero si no es en un texto, en un verso. Mis labios no dicen te quiero aunque mi boca se muera por gritarlo, lo dice mi boli y quizás es mejor así, quizás así duela menos y pueda seguir creyéndome que no tengo miedo, porque señores, la eterna dama de hierro, la que aguanta los golpes sin pestañear, la tía más dura de pelar, tiene miedo. Autentico miedo a que la quieran. Así es, los golpes no me duelen, pero el amor... el amor es más duro que los golpes, más difícil de borrar, más complicado que poner un poco de hielo para calmar el dolor. Es complicado dejarse querer cuando se tiene una eterna herida sangrante en mitad del pecho. Una que nadie a visto, o que han girado la cara cuando has querido mostrar. He de decirles señores, que quiero querer, que quiero que me quieran, pero no puedo. Esto también es culpa de la doble maldición, aunque quizás ustedes, tan normales y corrientes no lo comprendan. He de decirles señores que nada deseo más en este mundo que unos labios me quiten el miedo, que unas manos recorran mi cuerpo borrando las marcas que ahora tengo, que me arranquen el caparazón... He decirles señores que esto lo que más me gustaría en el mundo, pero el ron y los vibradores tampoco están tan mal. Y no duelen.
Soy seca, soy dura, soy cortante.
El amor me hará otra contigo, 
pero no podrá rehacerme del todo.
Gabriela Mistral




Quemar la cama,
que me enciendas entre tus manos,
que pulas a lametazos todos mis miedos.