-"Para mí no eres todavía más que una persona semejante a cien mil personas. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. 
No soy para ti más que una persona, semejante a cien mil personas. Pero, si me conoces, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti única en el mundo. "
— El Principito - Antoine de Saint

Cartas incompletas III

Y ahora ya no puedo sacarte de mi cabeza. No puedo evitar perder horas y horas pensando en ti, escribiéndote, deseando encontrarme contigo en cualquier esquina de la ciudad y verte sonreír y creer que lo haces por verme a mi, y aspirar muy fuerte tu olor para echarte menos de menos cuando te vayas. Lo que pasa es que aunque todavía no se como ha pasado, has marcado mi piel, por dentro y por fuera.

Retales de dolor

Hace tiempo que escribo sin ganas, sin demasiados motivos, si acaso algún texto en el que abro un poquito más el corazón y que dedico a alguien que no sé si me lee, pero ojalá lo hiciese. Es cierto eso que dicen de que lo que duele inspira, que sin dolor no surgen buenas historias, y quizá por eso yo ya no puedo escribir como antes, desangrándome sobre el folio, rajándome la piel y emborronando el papel con las gotas de mi remendada alma. En mi ya no hay dolor, ni miedo, bueno, miedo si, pero eso es algo tremendamente común y apenas puede aprovecharse a la hora de escribir. Sigue habiendo cosas, sacos y sacos llenos de recuerdos, palabras, personas, momentos que jamás van a volver a repetirse en otro lugar que no sea mi cabeza, que se me clavan en la piel día tras día, pero ya no me duelen. Mi piel fue endureciéndose tras cada estocada para la que todavía no estaba preparada, tras cada llanto ahogado en la almohada de madrugada por mi miedo a gimotear delante de la gente. Mi armadura fue ensamblándose poco a poco sobre mi, casi sin darme, haciéndome una ¿niña? ¿mujer? fría como un témpano de hielo, volviéndome loca por dentro mientras sonreía por fuera. Me acostumbré al dolor de ser siempre la rara, la distinta, la que creía en cosas que resultaban ridículas para el resto, la niña de la que el resto se reía por ser "tan gorda como un luchador de sumo" y durante un tiempo esa armadura fue muy útil, me hizo sentirme segura, me protegía del mundo en el que no encontraba mi sitio y yo avanzaba erguida entre la gente que siempre pensó que no sería más que otro de esos patitos feos que se sientan en última fila y acaban muriendo de soledad, pero ahora... Nada desearía más que poder arrancarme esa armadura que se ha fundido con mi piel. Puede parecer estúpido, ilógico, querer deshacerse de algo que en tantas ocasiones me ha salvado, pero es tan difícil dejar salir un poquito de lo que se esconde tras ese pesado metal, es tan complicado mostrarle tu interior a alguien cuando mil toneladas de acero te cubren el pecho, es tan estúpido vivir pensando que algo te protege cuando en realidad sólo esta convirtiéndote en un autómata sin sentimientos, que ojalá pudiera arrancarla de mi y volver a dejar un pedazo de mi alma en un folio escrito con sangre, igual que hacía antes, cuando no había tanto dolor en mi que aun podía sentirlo.

Cartas incompletas II

Te escribo porque se me da mejor que hablar, y quiero decirte algo que seguramente sólo pueda expresar en un texto. Te quiero, eso es lo que quiero decirte, lo que necesito decirte porque lo siento, lo siento por primera vez y de verdad. En mi cabeza no para resonar  la idea de que no debo decirtelo, que es demasiado pronto, que seguramente tú no sientas lo mismo y no haga más que asustarte, que quieras salir corriendo o quizá no y te guste saberlo. Es la primera vez que siento esto, que me siento así con una persona, que tengo ganas de estar con alguien

Cartas incompletas I

Te escribo porque es la única forma en la que realmente se expresarme y tengo tantas cosas que decirte que esta es la única manera en la que puedo hacerlo. Seguramente, cuando termines de leer esto te haya dicho tantas cosas que estés un poco asustado o quizá no. Esta no es la primera vez que te escribo, pero esta vez es algo distinta la manera en la que lo hago, porque con este texto quiero decirte que no sé como ha pasado pero casi sin darme cuenta me he enamorado de ti. No se si tú sientes lo mismo o algo que se le acerque siquiera

Normal complicado

Momentos de soledad en los que te apetece mandar todo a la mierda. Momentos en los que te sientes sola, incomprendida, extraña.. Esos momentos en los que darías hasta el último suspiro por tener una vida normal, por interesarte por cosas normales, por ser normal. Uno se da cuenta de lo jodido que está cuando se descubre llorando sin saber por qué, sin entender por qué no encaja, no encuentra su sitio en el mundo. Es complicado tener sueños, ideas, aspiraciones que sólo tu ves normales. Es complicado no dejarse arrastrar cuando tiran de ti todo el tiempo. Resistirlo es doloroso.

AMOR Y MATRIMONIO

El matrimonio y el amor no tienen nada en común; están tan lejos entre sí como los dos polos y son, incluso, antagónicos. El matrimonio es ante todo un acuerdo económico, un seguro que solo se diferencia de los seguros de vida corrientes en que es más vinculante y más riguroso. Los beneficios que se obtienen de él son insignificantes en comparación con lo que hay que pagar por ellos. Cuando se suscribe una póliza de seguros, se paga en dinero y se tiene siempre la libertad de interrumpir los pagos. En cambio, si la prima de una mujer es un marido, tiene que pagar por él con su nombre, su vida privada, el respeto hacia sí misma y su propia vida “hasta que la muerte los separe”. Además, el seguro de matrimonio la condena a depender del marido de por vida, al parasitismo, a la completa inutilidad, tanto desde el punto de vista individual como social. También el hombre paga su tributo, pero como su esfera de vida es mucho más amplia, el matrimonio no lo limita tanto como a la mujer. Las cadenas del marido son más bien económicas. 

Emma Goldman, Anarchism and Other Essays.
Y ahora ya no puedo oír esa canción sin que me parezca estar escuchándole cantar el estribillo como si me lo estuviese dedicando.