Viceversa

Tengo miedo de verte 
necesidad de verte 
esperanza de verte 
desazones de verte 

tengo ganas de hallarte 
preocupación de hallarte 
certidumbre de hallarte 
pobres dudas de hallarte 

tengo urgencia de oírte 
alegría de oírte 
buena suerte de oírte 
y temores de oírte 

o sea 
resumiendo 
estoy jodido 
y radiante 
quizá más lo primero 
que lo segundo 
y también 
viceversa.

Mario Benedetti.

Tachán.

5 de Mayo. 7 de la tarde. Detrás del telón no dejo de apretar los puños, de contar hasta cinco infinitas veces mientras me digo a mi misma: tú puedes María, tú puedes. De repente las luces se apagan, la sala se queda en silencio y un foco alumbrado el telón es la señal de que la función debe comenzar. Asomo la cabeza entre la tela y ¡TACHÁN! Dejo de ser María para convertirme en el duende del teatro y, durante 20 minutos el mundo se para para mi y sólo importa lo que ocurre encima del escenario. Ese que estoy pisando por primera vez, pero que tengo seguro, no será la última. La sala vuelve a quedarse oscura. Se acaba la función y empieza mi sueño.

Relato de un amor corto y un orgasmo largo.

Se colocó frente a él, contoneándose sin apenas ritmo, provocándole. Él se abalanzó sobre su cuello, llenándolo de saliva y mordiscos mientras le apretaba los pechos y le pellizcaba los pezones. Ella se dejaba hacer. Le gustaba, le encantaba aquel hombre de patillas y tupé engominado. Ardiendo en pasión contenía la respiración, hacía chocar su húmeda vulva contra su sexo duro y tenso, ansioso de escapar de unos boxer a punto de reventar. Respiraban desacompasado, uno encima del otro, sudando, encendiéndose con las manos. La empujaba contra la cama tras cada embestida, ella contestaba con un profundo y agudo gemido, pidiéndole más, casi suplicándole que no parara, que siguiera haciéndole disfrutar como nadie antes lo había hecho. Se mordía los labios intentando ahogar sus gritos de placer, retorciéndose bajo él, sintiéndose deseada. Se agarraba a su espalda, le arañaba, le susurraba al oído toda clase de guarradas e indecentes proposiciones, tentándolo. No podía contener más los gritos cuando sentía su barba rozándole los muslos seguida de las caricias de su lengua llevándola hasta el único final feliz: un orgasmo.

LIBERACIÓN ANIMAL


Miro a mi alrededor…miles de ojos me asaltan, miles de miradas expectantes, insaciables, esperando con ansia que me eleve y comience a bailar. Ya no recuerdo el sabor de la miel fresca…el reconfortante tacto de la brizna rozando mi cuerpo al avanzar entre la espesura del bosque, he olvidado la melodía del viento la fragante brisa acariciando mi testa…
He olvidado cómo cazaba para mi y mi familia en los ríos, como hizo mi padre, y antes que éste mi abuelo. Ya desconozco la grandeza de los árboles, las diáfanas aguas…
Desconozco la palabra hogar. Mi cuerpo se ha ceñido al castigo, al cautiverio, mis músculos cuelgan en un triste recuerdo marcados por el hambre, mis días de gloria se ven bochornosamente reducidos a un pelaje opaco y desvaído…que abandona de mi cuerpo, como una planta maltratada se desprende de sus encantos florales. Mis ojos viciados por la tragedia lucen ahora congelados…son dos cuentas de cristal pulimentado, son dos cuencas llenas, empero, muertas…
Ya no recuerdo qué es dormir. Tan solo esperar anegado por las lágrimas y el frío acero de mi jaula a otro cruel amanecer de ésta pálida existencia.
No reconozco a mi familia, son tristes ánimas que vienen y van, separadas en todo momento de mi abrazo, por un candado y un perturbado verdugo, que nos brinda con tiránica saña.
De mis seres queridos sólo me queda un parco recuerdo, ya desfigurado y sus alaridos en la cruda madrugada que torturan mi existencia. Todas las noches soy presa de la impotencia, dueño en mi reino de lívida miseria.
Mis salidas son martirios, acatados por el temor, marchas descoloridas hacia el mismo espacio abandonado, cerrado a cal y canto, de aire viciado y sórdido aspecto. Un elenco de caras pintadas, purpurina y frías cadenas me rodea, la música suena mientras taladra mis oídos. Y un aguerrido humano me azota sin motivo, hasta que me levanto, hasta que funciona y bailo…realmente no importa…solo necesitan que me incorpore…que haga gracia…repiten el suplicio día tras día…dejándome decaer en un cuerpo exangüe…languideciendo en mi pútrido arresto.
...Sol, tras Luna, Semana tras Semana…Mes tras Mes, Año tras Año…
¿En qué momento dejé que nos hicieran esto? ¿Cuándo decidí que no podía correr, mientras aquel Hombre se aproximaba a mi impertérrito, inexorable, obligando a que mi padre y mi madre lucharan por mi rescata hasta caer presos tal y como hicieron conmigo, pudiendo haber huido…?
Todas aquellas miradas se impacientan, escrutan cada uno de mis movimientos, otros cachorros bípedos me observan maravillados, desde las gradas a esperas de que ocurra algo…
La música se eleva, los focos se dirigen hacia mi rudos, cegando… y mi sangre comienza a hervir en mis venas, la tensión se masca, puedo olerlo...permanezco inmutable en mi posición, mi verdugo se aproxima y esgrime su mirada de fastidio, llega hasta mi y finge acariciarme mientras presiona en las heridas aún abiertas de su última venganza…entonces gimo y la gentes intuyen el comienzo, lloro, refugiado en mi silencio de mártir…es la hora, mi número ha llegado…
“Señoras y Señores, Niños y Niñas, desde los bosques de las tierras altas llega Floro, nuestro joven Pardo más alegre y educado, y Maxi, su compañero y cuidador. Maxi crió a Floro desde que era un cachorrillo, se divierte tanto, que Floro en seguida comenzó a dar saltos, hasta el día en el que se incorporó para bailar ¿No lo creen? Pues Floro no se resiste cuando le ponen la Macarena, el cuerpo le pide bailar. Un aplauso, para Maxi y Floro”
La gente estalla en un crepitar de ovaciones de aplausos. Floro juguetea feliz con dos balones al ritmo de la dicharachera melodía. Una madre dirige la mirada hacia su hijo, este sonríe ensimismado, le ve feliz…ha merecido la pena acudir, en cuanto lleguen a casa lo comentarán a sus amigos para animarles a asistir, volverán al espectáculo sin dudarlo cuando se acerque de nuevo a la ciudad. Quedan pocas diversiones como ésta, sanas, y dignas, y estimables...


atentamente: un oso de circo