Soneto III



Aspero amor, violeta coronada de espinas, 
matorral entre tantas pasiones erizado, 
lanza de los dolores, corola de la cólera, 
por qué caminos y cómo te dirigiste a mi alma? 
Por qué precipitaste tu fuego doloroso, 
de pronto, entre las hojas frías de mi camino? 
Quién te enseñó los pasos que hasta mí te llevaron? 
Qué flor, qué piedra, qué humo mostraron mi morada? 
Lo cierto es que tembló la noche pavorosa, 
el alba llenó todas las copas con su vino 
y el sol estableció su presencia celeste, 
mientras que el cruel amor me cercaba sin tregua 
hasta que lacerándome con espadas y espinas 
abrió en mi corazón un camino quemante.

Pablo Neruda.

La tensión de los opuestos...

Voy a la librería del campus a adquirir los libros de la lista de lecturas de Morrie. Compro unos
libros cuya existencia no conocía siquiera, con títulos tales como
Juventud: identidad y crisis, Yo
y tú, El yo dividido.
Antes de llegar a la universidad yo no sabía que las relaciones humanas pudieran ser objeto de
estudio erudito. No me lo creí hasta que conocí a Morrie.
Pero su pasión por los libros es genuina y contagiosa. Empezamos a hablar en serio a veces,
después de la clase, cuando el aula se queda vacía. Me hace preguntas acerca de mi vida y después
saca citas de Erich Fromm, de Martin Buber, de Erik Erikson. Se remite con frecuencia a las
palabras de estos autores, introduciendo sus propios consejos como notas a pie de página, aunque es
evidente que él había pensado las mismas cosas por su cuenta. Es en esas ocasiones cuando me doy
cuenta de que es, verdaderamente, un profesor, y no un tío. Una tarde me quejo de la confusión
propia de mi edad, de la oposición entre lo que se espera de mí y lo que quiero yo mismo.
—¿Te he hablado de la tensión de los opuestos? —me pregunta.
—¿La tensión de los opuestos?
—La vida es una serie de tirones hacia atrás y hacia adelante. Quieres hacer una cosa pero
estás obligado hacer otra diferente. Algo te hace daño, pero tú sabes que no debería hacértelo. Das
por supuestas ciertas cosas, aunque sabes que no deberías dar nada por supuesto.
»Es una tensión de opuestos, como una goma elástica estirada. Y la mayoría de nosotros vive
en un punto intermedio.
—Algo parecido a un combate de lucha libre —le digo.
—Un combate de lucha libre —dice, riéndose—. Sí: la vida podría describirse así.
—¿Qué bando gana, entonces? —le pregunto.
—¿Que qué bando gana?
Me sonríe, con sus ojos llenos de arrugas, con sí dientes torcidos.
—Gana el amor. El amor gana siempre.
 
 
Fragmento de Martes con mi viejo profesor; Mitch Albom.

Este si es mi libro más favorito del mundo mundial y de toda la galaxia.Me enamoré de él desde el primer capítulo, y por qué no, tambien de Morrie. Si lo leeis os encantará, un libro precioso que os tocará el corazoncito sin duda alguna y os hará reflexionar. Podeís descargarlo en PDF aquí.

AUTOPSIAS SEXUALES

Con dieciséis años me hablo de las autopsias sexuales.
Me contó que estaría bien que cada cinco años nos practicaran una de esas autopsias.
Que nos quedáramos muy quietos y alguien nos dijera que parte de nuestro cuerpo no ha sido acariciado; cuantos besos habíamos recibido; si había sido mas querido una ceja o una oreja, una mejilla o los labios.
Una autopsia en toda regla pero de nuestro sexo, pero con nosotros vivos aunque inmóviles.
Ella se lo imaginaba y le gustaba pensar que alguien tan solo mirando nuestros dedos supiese si habían tocado con pasión o simplemente por rutina. Si nuestros ojos habían sido mirados con deseo o nuestra lengua había conocido muchos congéneres.
Además podríamos saber cuales fueron nuestros mejores actos sexuales,al igual que en un tronco cortado vemos cuando soporto grandes lluvias o sequías. Quizá a los diecisiete, a los treinta o a los cuarenta y siete. Quizá siempre en primavera o casi siempre cerca del mar.
¿Cuantos mordiscos,cuantos susurros, cuantos chupetones hemos sentido? Un computo de números sobre nuestro sexo, nuestra lujuria, nuestro placer solitario.
Y según ella lo mejor era que cuando acabase esa autopsia sabríamos que estábamos vivos, que podíamos mejorar y lograr que nos acariciasen, que deseáramos, que amáramos y nos amasen.


Albert Espinosa; fragmento de ¨Todo lo que podriamos haber sido tu y yo, si no fuesemos tu y yo.¨ Y parte de uno de mis libros más favoritos del mundo mundial.
Algún día, cuando tenga tiempo y ánimo y ganas, voy a escribir la carta más larga, triste y preciosa a la vez, que jamás hayáis leído, y os voy a contar en ella como el patito feo se hizo cisne, un poco cabrón, pero cisne al fin y al cabo, cómo el cisne creció, dejó que se sentaran en su sofá, cómo cambió de sofá y olvidó a todos los que habían pasado por el anterior, cómo se enamoró y cómo empezó a escuchar música en inglés; y entonces, cuando acabéis de leerla os vais a preguntar por qué no me paso la vida con cara de acelga y me emborracho sólo los sábados. Pero eso sera otro día, cuando ya no me duela, cuando mi alma no supure lava y queme todos los papeles.

MADRUGADAS XIV

Ven y dime al oído
que te has vestido hoy
pensando en desvestirte frente a mí.


(De Razones para huir de una ciudad con frío)

SOLILOQUIO DEL OLVIDO

La vida es una cena de valientes,
las cosas que mirabas no eran nada
a pesar del calor que concedían...
Pero llega el olvido y lo demuestra,
te concede la paz y te acostumbra
a vivir sin refugios ni banderas.

Mira a tu alrededor,
las cosas giran,
el mundo está en constante movimiento...

Es tan fácil perder si estamos quietos.

Y corre, grita, huye,
encuentra un corazón en la avenida,
que la ciudad no pueda traicionarte.

Sobrevive y después coge tus dudas,
el mundo nunca entiende de equipajes...

Demasiado pesados tus recuerdos,
tus justas de otros años,
tu nostalgia y tu rabia,
tu desidia,
la pasión con que besas,
las cartas que no escribes.

Las cosas que no existen pesan más,
es otro de los giros que entenderás más tarde.

Y deja atrás tus miedos,
hoy se anuncia una guerra,
¿acaso crees que todo es previsible?,
no existe gente justa si no habitan
un interés tan justo que lo iguale.

Por eso, llegado el momento,
busca en ti, disimula,
recuerda algún poema...

No hay respuesta posible que no habite en ti mismo.

Y entonces volverás
a sonreír despacio,
no porque recuperes las cosas que perdiste,
no por ganar batallas que el mundo te negaba,
no por el éxito, o por los homenajes,
será sólo un segundo, tal vez en soledad,
un segundo que ponga las cartas en la mesa
y le dé a cada rostro el nombre que merece.

Entonces no te asustes si todos están lejos.

El amor nunca entiende de tiempos ni ciudades,
tampoco de razones para huir
de una ciudad con frío.


(De Razones para huir de una ciudad con frío)





Fernando Valverde


Por casualidad he encontrado este poema por ahí, y me he enamorado de él. (Si, uno puede enamorarse de un poema si le toca el corazón desde la primera hasta la última coma) Es como si el poeta hubiese mirando en mi interior y después lo hubiese plasmado en un poema.

Toc, toc. ¡Soy la inspiración!

La prisa calmada de quien sabe que nadie le espera. Los párpados azulados, como si el mar hubiese dejado en ellos su color cuando vino a prestarme agua salada para mis lágrimas. Y es que, yo, que había olvidado como se lloraba, había vuelto a llorar, por y para él, quizá no lo entendáis pero fueron las lágrimas más dolorosas y bonitas que jamás he llorado, y eso es mejor que cualquier beso en cualquier parte del cuerpo. Me enamoré de él, nunca se lo dije, le dije que me gustaba, que pensaba en él, pero jamás que me había enamorado hasta volver a dar vida a las momificadas mariposas de mi estomago, total, para qué, si nunca me quiso, y yo no estaba dispuesta a aceptar un no. Un no, significaba volver a la realidad, pinchar la nube a la que me había subido y darme de bruces contra el suelo, romperme todos los dientes, clavarme todas las piedras, sangrar, y no quería un no, porque el auto-engaño de amor, a pesar de saber que es algo doloroso, de haberlo comprobado mil veces en mis propias carnes, siempre me ha parecido mas bonito que un no.     Y supongo que eso era el amor.
Cuando me consiga desenamorar...
Quizás esto,
Quizá lo otro.

Maldiciones de poeta.

Escribo borracha (creo que es la primera vez que lo hago) los dedos me huelen a tabaco, encima de la mesa hay una cacerola que hasta hace 10 minutos estaba llena de macarrones con tomate, llevo puesto un pijama negro de felpa y unos tacones de leopardo, no llevo bragas ni sujetador, y no dejo de pensar en il ragazzo di las basettas. Es una estampa curiosa. Me siento felizmente infeliz. Es extraño, me he sentido así otros tantos miles de veces, sin embargo no me acostumbro a este sentimiento. A medias entre el deseo de la calma de la soledad y el vértigo de la compañía. A caballo entre querer ser un alma libre y desear gritar siempre el mismo nombre en el orgasmo. Extraña. siempre me siento extraña. Siempre fuera de sitio, desubicada. Estoy enamorada y me da miedo, terror, porque nunca antes lo he estado, al menos no de la misma forma, porque il ragazzo di las  basettas no me quiere, al menos no de la misma forma, o de ninguna. Nunca me había sentido tan viva como cuando me besaba, pero bueno, ya he escrito mucho acerca de eso. Extraña, me siento extraña, como un marciano en este mundo. Incomprendida quizá. El mundo me disgusta, la gente me agobia, viviría en un teatro el resto de mi vida.
Voy a por otra cerveza; y a ponerme bragas.


Después de escribir esto me viene a la cabeza que quizá este leyendo mucho a Bukowski ultimamente.



AMOR

Gas, dijo el, ámame
bésame
besa mis labios
besa mi pelo
mis dedos
mis ojos, mi cerebro
mi verga, mis pelotas
hazme olvidar.
Gas, dijo el, ámame
el tenia una habitación en el tercer piso
rechazado por una docena de mujeres
35 editores
y media docena de agencias de empleo
y no digo que él fuera nada
bueno
abrió todos los fogones
sin encenderlos
y se fue a la cama
algunas horas más tarde un tipo
yendo a la habitación 309
encendió un cigarrillo en el
hall
y un sofá voló por la ventana
una pared estallo como arena húmeda
una llama púrpura ardió a 20 metros en el aire
el tipo en la cama no lo supo, ni le importo
pero tengo que decir que el
estuvo bastante bien
ese día.

C.Bukowski