dos extraños
que ya se conocían.
Dos lenguas calientes
que apagaban las frías lámparas
que alumbran al corazón.
Éramos dos locos perdiendo la razón,
dos almas que ansiaban calor.
Crujíamos a cada movimiento
como hojas bajo los pies,
resonábamos como una voz
perdida en el eco.
Rogábamos silencio a gritos
para llenar los huecos del corazón.
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