Palabras que no valen nada.

Cuando estamos en lo más alto es cuando mas fácil y rápido podemos llegar a lo más bajo.
Casi tocas la felicidad con la punta de los dedos, tus sentidos se vuelven locos con tan sólo pensar lo bien que se está tan arriba, lo fáciles que se vuelven las cosas difíciles...
Sin embargo, cuando aun estás cortando en pequeños trozos los complejos, los llantos y todo lo que te ha atormentado tantos días, para comértelos de uno en uno y procurando no atragantarte, alguien, la más insignificante de las personas viene y toca tu punto mas débil, el único que aun no ha cicatrizado, y te derrumbas ladera abajo dejando las sonrisas en lo mas alto de la cima. Gimoteas un poco durante el descenso, no demasiado, no vaya a ser que alguien se de cuenta de cuánto te duele que se sigan metiendo con tu físico, que aun sigues llorando cuando te enfrentas al espejo.  Es cuando llegas abajo, al pozo de sabanas y almohada demasiado blanda y empapada en el que te refugias cada vez que el mundo te gana otra partida, donde lloras hasta que la nariz se te llena de mocos que hacen que te ahogues mientras aprietas la cabeza contra la almohada para dejar sin voz al llanto, donde te dices a ti misma sin creértelo, que tal como eres, eres igual de bonita que cualquier otra.
Mientras te enjuagas los ojos con las lágrimas que aun te quedan te das cuenta de todo el camino que has recorrido para llegar a lo que hoy eres. Todo lo que has llorado, soportado, perdido. Nada de eso vale, nada de eso es suficiente para cubrir la herida que en cualquier momento, cualquier persona, incluso una vieja cascarrabias de la que no deberían importarte ninguna de sus palabras, puede volver a abrir.

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