Sin título.

Estar congelada no es más que un estado.
Las tijeras que cortarán los hilos que me cosen la boca ya casi rozan mis labios.
La frustración se diluye con el estribillo de alguna canción a la que me he vuelto adicta.
Y eso de colgar los tacones, los sostenes provocativos y las barras de labios que no dejan huella, es algo a olvidar.
Vuelvo a todos "los lugares en los que..." y busco allí mi inspiración, aunque siempre parece haber pasado algún ladrón por allí antes que yo.
Las preguntas que a mi edad debería comenzar a hacerme, fueron respondidas hace más lágrimas de las necesarias.
Lo de medir las palabras y no cometer demasiado desvaríos se quedó en tachón en la lista de propuestas de año nuevo.
Todo lo que se me olvidó sentir, vuelve poco a poco y rasga la escarcha del corazón.

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