Carta a...

Subo este texto que ya subí y borré después, simplemente porque no era el momento de que dejase de ser mío, todavía no era capaz de compartirlo con nadie, de que lo leyeran y se dieran cuenta de que yo también soy humana y me late algo en pecho, aunque sólo sea a ratos. Era un texto con dueño, con nombre y apellidos, pero como suele pasar(me), no llegué a darle el texto a ese nombre y ese apellido, y qué más da ya. Así que ahora es de todos ustedes, de los que lo lean, porque como dice mi amado Leiva, cuando creas algo, eso es tuyo hasta que se lo enseñas a alguien, después es de la gente, de quién lo siente, y ya no vuelve a ser tuyo nunca más.

Cuando lo conocí, no la primera vez que lo vi o hable con él, sino cuando ya sabía como gemía y también como acariciaba, me di cuenta de que nadie me había hecho sentir como lo hacía él. Marcaba su respiración en mi cuello y me hacía temblar, mi piel se tensaba al roce de sus manos, me agarraba a su espalda y no quería mas que los relojes estallasen y el mundo dejara de girar para no dejar de sentir sus labios carnosos abriéndose paso entre los míos. Comprendí que iba a convertirse en alguien especial en mi vida cuando me besó en la frente por primera vez. Posó sus labios sobre mi blanca frente y me acarició la cabeza como a un cachorrillo. Nada especial, ya me habían besado en la frente otras tantas veces, no fue el beso, fue lo que me hizo sentir. Es complicado explicar esa sensación. De repente sentí el calor de sus labios y no pude moverme ni un centímetro durante algunos segundos, sólo respiraba y me preguntaba que significaba ese beso tan tierno, tan lleno de cariño. Intenté preguntárselo pero se me atragantaron las palabras y sólo pude darle un tímido beso en el brazo. Me acurruqué sobre su pecho y poco después me descubrí haciendo las cosas que nunca antes me había atrevido a hacer, dejando que sus dedos caminasen sobre mi, que su voz se clavase en mi oído mientras tarareaba. Yo te canto, te arrullo, te arropo, te abrigo, te mimo, decía. A pesar de sonreír como una idiota y sorprenderme más de una y dos veces despistada pensando en él, no me di cuenta de que empezaba a sentir algo hasta que puse el último punto de lo que sería la primera cosa que le había escrito. Un texto horrible, atropellado, desordenado, pero le había escrito y eso me inquietaba como pocas cosas lo hacen. Lo leí mil veces, me hice mil preguntas. ¿Por qué le había escrito? ¿Por qué si apenas hacía unas semanas no era mas que un desconocido? ¿Por qué no podía dejar de pensar en su olor y en sus manos y en su boca? Y la respuesta era simple, no podía dejar de pensar en él, porque aparte de tocarme por fuera también me había tocado por dentro.

1 comentario:

  1. Muy bonito texto,
    No creo que sea la última vez que sientas eso, no es una vez, solo la primera vez.

    ResponderEliminar