el juego del amor.

Y poquito a poco me enamoré de sus vulgares expresiones, de su forma de andar, de su pequeña pequita encima de la boca, y de todos esos gestos y defectos que fui haciendo mios en cada beso.
Luego vinieron los encuentros a media noche en un banco de la plaza alumbrado por una pequeña bombilla que parpadeaba apunto de fundirse. Ajenos a cualquier persona que nos mirara por encima del hombro. Solo queríamos vivir algo distinto, y no teníamos necesidad de esconder la pasión ni lo besos, pero el echo de sentirnos como dos enamorados escapando de miradas que juzgan nos hacia sentirnos más vivos todavía.
Poco después, para no caer en manos de la rutina abandonamos el banco y empezamos a buscar lugares nuevos, pero siempre acabábamos instalados en mi cama. Con el aliento del otro en la nuca y la piel poblada de poros abiertos por los que se escapaban los últimos aromas del amor. Y como de todo, nos acabamos aburriendo de mi cama y y contaminamos con nuestro amor nuevos lugares haciendo sonar nuestras respiraciones entre cortadas después de cada beso.
Descubrimos juntos el amor, y poco a poco fuimos buscando en el algo del otro que nos completase. Un beso, una caricia, un lametón, un beso en el cuello.. Cada una de esas sensaciones las archivé en mi cabeza y las conservé asociadas a esos pequeños gestos, para revivirlas cada vez que sentí de nuevo la caricia de sus labios sobre mi piel, de su lengua dibujando en mi cuerpo, sus manos acercándome poco a poco a su boca..

A pesar de todo el tiempo que pasamos juntos yo seguía sintiéndome tímida cuando lo veía aparecer en nuestras citas. Volvía a sentir de nuevo las maripositas en el estomago cada vez que me cojía de la mano, seguía conteniendo la respiración cada vez que caminaba con sus dedos en mi cuello y soplaba en mi nuca.
Nunca seguimos la rutina y nos reinventábamos cada vez que en el reloj daban las 12. Recorrimos calles manchandolas de besos y palabras bonitas. Saltamos por encima del mundo y nos curamos las heridas bajo las sabanas. Reíamos ajenos al dolor, pues solo estábamos jugando. Jugando al amor.

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