LIBERACIÓN ANIMAL


Miro a mi alrededor…miles de ojos me asaltan, miles de miradas expectantes, insaciables, esperando con ansia que me eleve y comience a bailar. Ya no recuerdo el sabor de la miel fresca…el reconfortante tacto de la brizna rozando mi cuerpo al avanzar entre la espesura del bosque, he olvidado la melodía del viento la fragante brisa acariciando mi testa…
He olvidado cómo cazaba para mi y mi familia en los ríos, como hizo mi padre, y antes que éste mi abuelo. Ya desconozco la grandeza de los árboles, las diáfanas aguas…
Desconozco la palabra hogar. Mi cuerpo se ha ceñido al castigo, al cautiverio, mis músculos cuelgan en un triste recuerdo marcados por el hambre, mis días de gloria se ven bochornosamente reducidos a un pelaje opaco y desvaído…que abandona de mi cuerpo, como una planta maltratada se desprende de sus encantos florales. Mis ojos viciados por la tragedia lucen ahora congelados…son dos cuentas de cristal pulimentado, son dos cuencas llenas, empero, muertas…
Ya no recuerdo qué es dormir. Tan solo esperar anegado por las lágrimas y el frío acero de mi jaula a otro cruel amanecer de ésta pálida existencia.
No reconozco a mi familia, son tristes ánimas que vienen y van, separadas en todo momento de mi abrazo, por un candado y un perturbado verdugo, que nos brinda con tiránica saña.
De mis seres queridos sólo me queda un parco recuerdo, ya desfigurado y sus alaridos en la cruda madrugada que torturan mi existencia. Todas las noches soy presa de la impotencia, dueño en mi reino de lívida miseria.
Mis salidas son martirios, acatados por el temor, marchas descoloridas hacia el mismo espacio abandonado, cerrado a cal y canto, de aire viciado y sórdido aspecto. Un elenco de caras pintadas, purpurina y frías cadenas me rodea, la música suena mientras taladra mis oídos. Y un aguerrido humano me azota sin motivo, hasta que me levanto, hasta que funciona y bailo…realmente no importa…solo necesitan que me incorpore…que haga gracia…repiten el suplicio día tras día…dejándome decaer en un cuerpo exangüe…languideciendo en mi pútrido arresto.
...Sol, tras Luna, Semana tras Semana…Mes tras Mes, Año tras Año…
¿En qué momento dejé que nos hicieran esto? ¿Cuándo decidí que no podía correr, mientras aquel Hombre se aproximaba a mi impertérrito, inexorable, obligando a que mi padre y mi madre lucharan por mi rescata hasta caer presos tal y como hicieron conmigo, pudiendo haber huido…?
Todas aquellas miradas se impacientan, escrutan cada uno de mis movimientos, otros cachorros bípedos me observan maravillados, desde las gradas a esperas de que ocurra algo…
La música se eleva, los focos se dirigen hacia mi rudos, cegando… y mi sangre comienza a hervir en mis venas, la tensión se masca, puedo olerlo...permanezco inmutable en mi posición, mi verdugo se aproxima y esgrime su mirada de fastidio, llega hasta mi y finge acariciarme mientras presiona en las heridas aún abiertas de su última venganza…entonces gimo y la gentes intuyen el comienzo, lloro, refugiado en mi silencio de mártir…es la hora, mi número ha llegado…
“Señoras y Señores, Niños y Niñas, desde los bosques de las tierras altas llega Floro, nuestro joven Pardo más alegre y educado, y Maxi, su compañero y cuidador. Maxi crió a Floro desde que era un cachorrillo, se divierte tanto, que Floro en seguida comenzó a dar saltos, hasta el día en el que se incorporó para bailar ¿No lo creen? Pues Floro no se resiste cuando le ponen la Macarena, el cuerpo le pide bailar. Un aplauso, para Maxi y Floro”
La gente estalla en un crepitar de ovaciones de aplausos. Floro juguetea feliz con dos balones al ritmo de la dicharachera melodía. Una madre dirige la mirada hacia su hijo, este sonríe ensimismado, le ve feliz…ha merecido la pena acudir, en cuanto lleguen a casa lo comentarán a sus amigos para animarles a asistir, volverán al espectáculo sin dudarlo cuando se acerque de nuevo a la ciudad. Quedan pocas diversiones como ésta, sanas, y dignas, y estimables...


atentamente: un oso de circo

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