Tachán.

5 de Mayo. 7 de la tarde. Detrás del telón no dejo de apretar los puños, de contar hasta cinco infinitas veces mientras me digo a mi misma: tú puedes María, tú puedes. De repente las luces se apagan, la sala se queda en silencio y un foco alumbrado el telón es la señal de que la función debe comenzar. Asomo la cabeza entre la tela y ¡TACHÁN! Dejo de ser María para convertirme en el duende del teatro y, durante 20 minutos el mundo se para para mi y sólo importa lo que ocurre encima del escenario. Ese que estoy pisando por primera vez, pero que tengo seguro, no será la última. La sala vuelve a quedarse oscura. Se acaba la función y empieza mi sueño.

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