Por si acaso quieres pensar que lo escribí pensando en ti.

Recuerdo aquella tarde. Calurosa, demasiado calurosa para ser octubre. Aquél tipo llegó tranquilo, como si hubiese hecho eso mil veces antes. Quizá yo sólo fui la mil una. Su tranquilidad contrastaba con el extraño cosquilleo que recorría todo mi cuerpo -todo- y con aquella timidez que ocultaba tras unas gafas de sol.
Se acercó a mi, andando como andan los tipos de las películas cuando estas a punto de hacer algo que marcará el desarrollo de toda la trama. Hola y dos besos, estas dos cosas muy de la vida real.
Caminamos hasta un bosque mientras nos pasábamos un litro de cerveza, fumábamos compulsivamente e intentábamos buscar temas de conversación que no fuesen demasiado estúpidos. Llegamos a una mesa en mitad de un bosque -si hubiese sido una película de miedo ese hubiese sido el lugar donde hubiesen matado a la chica guapa, pero esto era la vida real- y ahí fue donde comenzamos a besarnos. Un poco después caminamos buscando un lugar apartado y el resto es cuestión de echarle imaginación.
Nos volvimos a ver muchas veces. En el bosque, en su cama, en la mía, en su sofá..
Pronto me di cuenta de que no iba a ser una historia de amor, sino una película porno.
Durante nuestros encuentros hablábamos de esto y lo otro, en definitiva nunca hablamos de nada. Nos comunicábamos a través del sexo, con el roce de nuestros cuerpos, el calor de nuestras manos buscando el sexo del otro..
Había sexo, también atracción física, pero en eso se quedó. Según transcurrían nuestros encuentros, me dí cuenta de que no llegaríamos a nada más que unos cuantos orgasmos y con suerte algún recuerdo del que echar mano cuando el porno no estuviese disponible.
Poco después, también descubrí que el chico que había aparecido por casualidad en mi vida poco tenía que ver con lo que yo había imaginado que era, pero continué perdiéndome entre sus embestidas y mis jadeos.
El sexo se volvió poco interesante, monótono, aunque más placentero que al principio si cabía.
Mis orgasmos nunca llegaron y jamás volví a verlo.

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