Finales felices.

Se colocó frente a él contoneándose sin apenas ritmo, provocándole. Él se abalanzó sobre su cuello llenándolo de saliva y mordiscos mientras le apretaba los pechos y pellizcaba sus pezones. Ella se dejaba hacer. Le gustaba, le encantaba aquel hombre de patillas y tupé engominado. Contenía la respiración, hacía chocar su vulva humedecida contra su sexo duro y tenso, ansioso por escapar de unos calzonzillos a punto de reventar. Respiraban desacompasados, uno encima del otro, sudando, encendiéndose con las manos. La empujaba contra la cama con cada embestida y ella contesta con un profundo gemido, pidiéndole más, casi suplicándole que no parase. Se mordía los labios intentando ahogar los gritos de placer, retorciéndose bajo el peso de su cuerpo, sintiéndose deseada, querida. Se agarraba a su espalda, le arañaba. No podía contener más los gritos cuando sintió su barba rozándole los muslos seguida de su lengua, haciendo sonar el cascabel de su coño, llevándola al único final feliz que conocía: el orgasmo.

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